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Nuevas fachadas cerámicas

presentación
El ladrillo no ha estado ausente en ningún momento de la historia de la arquitectura, y sólo la existencia masiva de otros materiales le ha apartado de algunas áreas geográficas. Es un material que ha sabido buscar su adecuación a cualquier situación. Nos hemos acostumbrado a verlo en zonas casi desérticas y en los climas fríos en los que tenía que construir Alvar Aalto.
La importancia del ladrillo ha venido dada por su facilidad para conseguirlo, para transportarlo y para colocarlo. Es un material elaborado pensando en la dimensión de la mano que lo ha de colocar y ajeno a los grandes esfuerzos necesarios para mover otros materiales; acompaña perfectamente en los movimientos necesarios para su colocación y no exige una habilidad especial ni tampoco el rigor de otros sistemas constructivos. Al igual que todas las medidas que tienen que ver con las dimensiones del hombre, el ladrillo no presenta unas dimensiones únicas, existe un margen dentro del que se mueve y son medidas que se han ido adaptando a la calidad de la arcilla, a la cocción o a tantas otras cosas.
Ha sido estructura de muros y de pilares, cerramiento y por supuesto otras partes de un edificio que no se analizan en este número de Tectónica. Ha permitido realizar las grandes obras de ingeniería y las construcciones más modestas. El ladrillo ha sido material clave en algunos momentos de la historia, permitiendo el crecimiento acelerado de los barrios de viviendas que rodearon las grandes ciudades con la revolución industrial y ejecutándose con él las grandes fabricas con sus esbeltas chimeneas. Ha sido el motor de la separación en hojas del cerramiento con el Cavity Wall –sistema que ha permitido el desarrollo de soluciones constructivas que se estudian en este número: la fachada ventilada con aplacado cerámico o los apoyos de la hoja cuando ésta pasa por delante del forjado–, y ha acompañado perfectamente a las estructuras porticadas de hormigón convirtiéndose en el cerramiento por excelencia del siglo XX, así como ha permitido realizar arquitecturas de formas complejas con tecnologías muy escasas como en el caso de Eladio Dieste.
El ladrillo es un mundo fascinante y contradictorio en el que sumergirse: un ladrillo que convive con la mano de obra abundante y también con la que requiere especialización; un ladrillo tosco o cargado de tecnología; un ladrillo con vocación de mostrarse y también de poder ser tapado. Decían Alison y Peter Smithson que en la casa Wolf de Mies los ladrillos eran casi ‘sexys’, mientras que en la casa Lange era tan ladrillo como sólo lo podía ser un ladrillo: austero, puritano, absoluto. Mies dibujaba los ladrillos con sumo cuidado pero para Schinkel parecían llegar a ser una obsesión que le llevó a simular su presencia en algunos edificios.
El momento actual es tremendamente interesante ya que el ladrillo ha sabido responder con grandes dimensiones a la aparición de maquinaria que permite su transporte, compitiendo con los prefabricados. La cerámica ha sabido ser revestimiento para condiciones muy adversas (desde laboratorios hasta el revestimiento de los transbordadores espaciales). Ha recuperado su papel como definidor de arquitecturas de geometrías complejas. Ha sabido adaptarse a la mejora y corrección de las condiciones acústicas e incluso se ha colado en el mundo de la más alta tecnología. Ha sabido multiplicar sus acabados recuperando buena parte de su tradición y ha apostado por nuevos métodos de elaboración.
Ahora parece, incluso, intentar conseguir nuevamente el muro de un único material (con el bloque de cerámica aligerada), estableciendo una nueva tendencia constructiva opuesta a la mencionada fachada ligera multicapa.
Una rápida visión de todo ello hemos tratado de captar en esta monografía con la intención de despertar la curiosidad por un material en el que los arquitectos y la industria de este país deberían ser vanguardia.