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La piel en tres dimensiones

Juan Navarro Baldeweg
prólogo
 Los edificios deben ser silenciosos, mudos, sin agredir a lo que es común, de todos; en definitiva, favoreciendo la libertad.

La piel del edificio es límite y es transición, es máscara y es transparencia. Tiene un espesor y ocupa tres dimensiones en el espacio, pero también tiene espesor en espacio multidimensional de las variables a las que se dedica su control. Es cortina, filtro, amortiguador; es construcción para mantener los valores de las variables esenciales, como la temperatura, soleamiento, ruido o privacidad en los niveles del bienestar. Cuando se piensa en la piel se piensa en algo autónomo, liberado de la estructura circunscribiendo un interior confortable. Pero también la piel se diferencia por variables. En los países meridionales, funciones de filtro y pantalla ocupan o crean complejos espacios intemedios. También hay interposiciones entre pisos, habitaciones, estancias o lugares asociados a actividades concretas. Por tanto la cara externa puede ser expresiva de lo interno manifestándose en continuidad con elementos de aislamiento interiores. De otro lado, y a través de algún material, por ejemplo, la superficie externa es a la vez capaz de reflejar su alineamiento en la ciudad.
Los edificios, además, tienen rostro, comunican, se dirigen al espacio común urbano. Hoy empieza a verse el uso de la piel como pantalla de proyección de información. Esta opción genera problemas cuando lo privado se adueña de lo público provocando una “intemperie” informacional. Los edificios deben ser silenciosos, mudos, sin agredir a lo que es común, de todos; en definitiva, favoreciendo la libertad.

Juan Navarro Baldeweg