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Naturalidad del acero

presentación
Decía Tatlin que el material crea la técnica y la técnica determina la forma. Esta afirmación parece de lo más evidente ante el material al que dedicamos esta monografía: el acero.
Desde siempre, el acero –primero hierro forjado– ha estado vinculado al vidrio, no sólo por la sinceridad de ambos materiales, sino porque los dos, en una búsqueda que no se ha abandonado desde el Crystal Palace, han sido aliados históricos para conseguir la ligereza que un cerramiento transparente debe transmitir.
Por otro lado, el vidrio y el acero son los materiales más determinados por sus respectivas técnicas de fabricación. Así, del acero, una vez sometido a los procesos de laminación o fundición, se obtienen formas fáciles de entender, básicas, que ofrecen elementos estándar de gran sencillez de uso y con los que, como inconveniente, cualquier solución singular tropieza con tantas dificultades que obliga a relegar los excesos formales a otros materiales más fáciles de cortar o moldear.
La arquitectura realizada con acero permite una sencilla lectura de su proceso de construcción: su montaje parece tan inmediato como el de un mecano que, en caso necesario, podría transportarse para volverse a montar en otro sitio. Esta posibilidad de ‘reciclaje’, aunque pocas veces se lleva a la práctica, distingue este sistema constructivo de otros a los que podríamos llamar ‘de un único uso’.
Para la unión de las piezas, se opta mayoritariamente por las ejecuciones atornilladas, ya que otros procedimientos, como el de soldadura, aun permitiendo una mayor libertad de formas, necesita un estricto control para lograr la precisión que se demanda actualmente a la arquitectura. Queda por ello relegada a otro tipo de construcciones, como la de los barcos, que exige absoluta solidaridad entre las piezas y donde, además, es fácil comprobar las discontinuidades de la unión. Aunque bien es cierto que aquí está el Guggenheim para contradecir esta afirmación.
Otra virtud del acero es su buen comportamiento ante toda solicitación (tan sólo hay que tener cuidado con la rigidización), por lo que se puede utilizar en cualquier posición; la evidencia de sus secciones y uniones expresa claramente su adecuación a los esfuerzos que soporta.
Sin embargo, un factor juega en su contra: el fuego. Y esta protección, hoy por hoy masiva, es la que no deja al acero ocupar el papel que históricamente le corresponde. Porque un material que ha nacido al calor de la revolución industrial y que ha forzado la llegada de la modernidad debería, en este momento, ser el motor de la actual arquitectura, evidenciándose sin tapujos. El desarrollo de sistemas de protección contra el fuego de espesores mínimos volverá a mostrarnos el mejor esqueleto imaginable.
Ligereza, sencillez, posibilidad de reciclaje, claridad y versatilidad constructivas... son características que definen la construcción en acero; porque si bien es cierto que han aparecido otros materiales más ligeros –o con un mejor comportamiento ante el fuego–, ninguno de ellos ha elaborado un código tan preciso y unas formas tan características que le permita ‘expresarse’ con la misma naturalidad.